Siempre le hice el quite a los deportes, especialmente si tienen un componente de estatus importante asociado. Si tienen una asociación aspiracional a alguna clase social, honestamente me dan náuseas.

Aprendí a aborrecer los símbolos de status después de pasar por una serie de círculos sociales cuyos miembros decidieron convertirse en esclavos vitalicios de ellos durante mi crianza. Esto incluye: autos, relojes, polola pindi, viajes glamorosos, casa, zapatillas, marca de ropa, qué tan cool es la música que escuchas, qué tan bonita suena tu pega cuando hablas de ella en un asado, qué tanto demuestras que te preocupa la última causa de moda, qué tan grande es tu colección de sistemas operativos, qué tanto sabes realmente de mecánica cuántica, etc etc. Toma muchas formas, pero el principio siempre es el mismo. “Yo soy mejor que tú porque mira esta cosa que tengo/hice/hago/sé/soy.”

Muy distinto es obtener, hacer o saber esas mismas cosas por amor real hacia ellas, y no buscarlas como herramientas de dominancia/estrategia de escalamiento. Eso sí lo respeto.

Sé cómo funcionan algunos de estos símbolos, conozco de cerca muchos de los códigos que existen alrededor de ellos y no soporto la gente que considera que son importantes. Básicamente son la versión adulta de “Yo quiero tener la pelota, no porque yo la quiera, sino porque la quieren ustedes”. A la gente que le importan esas cosas, no les deso mal ni creo que sean malas. Es fácil perderse en las “modas” e idolatrarlas pero yo no quiero a gente con esas prioridades en mis círculos cercanos.

No tengo la energía emocional para andar sacando gente de la matrix que son las expectativas, prioridades y valores tóxicos que nos impone el marketing y la propaganda que nos andan embutiendo los sacos de huea de turno.

Los únicos ejercicios o deportes que he hecho con un mínimo grado de interés en mi larga y tortuosa vida son nadar y correr, y nunca de manera competitiva. Nada de esas hueás en que hay que ponerle atención a una pelotita o hay que comunicarse con otras entidades sentientes para acordar o coordinar cualquier tipo de movimiento físico o estrategia.

La gente que juega golf “porque es deporte de caballeros”, toda la compasión del mundo, pero de lejitos porfa que no quiero contagiarme de su enfermedad mental. La gente que lo juega por amor a la práctica, al aire libre, a perfeccionar su juego para sí mismo, y no para la acumulación de puntitos imaginarios, todo mi respeto.